Para Mónica, en la ilusión de su partida.
Me siento frente a este teclado con el corazón en la mano y la intención de compartir algo sobre mi experiencia junto a Mónica (Spear) y lo que esta noticia de su abrupta y brutal partida me ha dejado. Pienso en ella y sobresale una palabra: natural.
Cuando me dijeron que mi flor salvaje sería una ex Miss Venezuela, lo menos que pensé es que compartiría mis escenas, mi tiempo y mi amistad con una mujer que se rebeló ante lo plástico, lo postizo y lo efímero.
Ella no era una reina más, Mónica vivía con total claridad sobre lo que importa, lo trascendente, entendiendo que la belleza que poseía era una bendición que no la ataba ni le quitaba el sueño, y eso la hacía mágica.
Magia. Esa palabra también le pertenece. Mónica daba la sensación de estar flotando, siempre en su mundo, siempre aquí y lejos, y eso también tenía su encanto, su intriga y en sus personajes eso era interesantísimo; una característica personal que se la prestaba a su increíble talento.
Hemos perdido a un gran ser y a su esposo y ha quedado huérfana Maya, su hija de cinco años con una herida de bala, un ser chiquitito y hermoso que he tenido el privilegio de abrazar y de recibir sus abrazos de vuelta con todas sus fuerzas ¿Cómo entender algo tan traumático como esto? ¿Cómo darle sentido a una pérdida así? Una perdida causada por un intento de robo y unos disparos sin escrúpulos mientras ellos se cubrían dentro de su vehículo sin representar ninguna amenaza para nadie.
No tengo la respuesta. Pero en esa niña que recuerdo con sus ojos alegres, veo la esperanza de que esto no sea en vano. Veo en Maya mi deseo de encontrar la convicción de que algo puede cambiar. Para el hinduismo, Maya es el velo o la ilusión que cubre la realidad espiritual, es esta visión nublada de las cosas que no nos permite ver la totalidad detrás de los sucesos del Universo.
Esta tragedia es una muestra de la ilusión de tranquilidad que nuestros gobiernos quieren que creamos, es la punta del iceberg de unas estadísticas tenebrosas sobre el número de muertos al año en Venezuela y otros países latinoamericanos. Mónica y Henry son nuestro dolor de hoy, pero si algo no cambia, mañana sus nombres serán reemplazados por el de otras víctimas.
Vivimos en la ilusión de que el cambio que tenemos que hacer está afuera de nosotros, creemos que culpando o pretendiendo señalar, estamos haciendo algo. El verdadero cambio que tenemos en las manos y podemos hacer, consiste en sanar nuestros propios dolores, nuestra propia violencia, nuestros propios miedos. Yo creo que en la medida en que cada individuo se conecte en total honestidad con su propia oscuridad y la lleve a la luz, existe la posibilidad de una nueva humanidad libre de actos como el que hoy nos llena de dolor.
Mónica y su partida también me hacen pensar en la ilusión del tiempo, en como damos por asumido que más tarde, mañana o quién sabe cuando, son momentos para hacer las cosas. No lo son. Sólo contamos con este instante, sólo existe el presente en nuestra efímera vida, sólo podemos contar con el ahora para actuar y hacer lo que sea que tengamos pendiente, para decirnos las cosas relevantes, reconocer nuestros afectos, hacer lo que amamos, jugar con quienes nos importan o dar ese paso sencillo pero decidido hacia nuestros sueños.
Maya representa la esperanza de que esto no sea en vano, la capacidad de la humanidad de ir por encima de la tragedia y sobrevivir a nuestras propias heridas, de cambiar el mundo desde el interior de cada ser, desintegrar la ilusión que nuestros miedos crean y vivir en un mundo más allá del velo, donde un ambiente de paz sea lo natural.
Para Moni y todos los que la quisimos,
Roberto.
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